Recuerda sentirse profundamente conmovido por el sufrimiento de los demás y sentir un fuerte impulso por actuar.

«Recuerdo que pensaba que si no llegaba a ser futbolista o jugador profesional de billar, entonces querría salvar el mundo», comenta. Su madre desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de su confianza en sí mismo y sus habilidades.

Le introdujo en un amplio abanico musical con la esperanza de que le ayudara a conceptualizar el lenguaje.

Pero también despertó en él un interés permanente por la cultura popular que ha caracterizado algunas de sus investigaciones.

Comienza a leer y escribir

Con el apoyo de su mentor, tutor universitario y amigo Sandro Sandri, Arday empezó a leer y escribir al final de su adolescencia.

Después estudió Educación Física y Ciencias de la Educación en la Universidad de Surrey, al sur de Londres, antes de formarse como profesor de educación física.

Crecer en una zona relativamente desfavorecida y luego trabajar como profesor de escuela, dice, le permitió conocer de primera mano las desigualdades sistémicas a las que se enfrentaban en la educación los jóvenes pertenecientes a minorías étnicas.

A los 22 años, Arday se interesó por la idea de realizar estudios de postgrado y habló de ello con su mentor.

«Sandro me dijo: ‘Creo que puedes hacerlo, creo que podemos enfrentarnos al mundo y ganar'», recuerda.

«Echando la vista atrás, fue entonces cuando creí de verdad en mí mismo. Muchos académicos dicen que acabaron ahí de casualidad, pero yo desde ese momento estaba decidido y centrado. Sabía que esta sería mi meta», indica.

Dificultades para ser académico

Estudiar para ser académico, sin embargo, fue muy difícil, sobre todo, porque apenas tenía formación práctica ni orientación sobre cómo hacerlo.

Durante el día, Arday trabajaba como profesor de Educación Física en enseñanza superior.

Por la tarde y por la noche se dedicaba a redactar trabajos académicos y a estudiar Sociología.

“Cuando empecé a escribir artículos académicos, no tenía ni idea de lo que hacía”, reconoce.

“No tenía un mentor y nadie me enseñó nunca a escribir”.

“Todo lo que presentaba era brutalmente rechazado”.

“El proceso de revisión por pares (peer review) era tan cruel que casi resultaba gracioso, pero lo gestioné como una experiencia de aprendizaje y, sin lógica alguna, empecé a disfrutarlo”, afirma.

Arday obtuvo dos máster y un doctorado en Estudios Educativos.

A la pregunta de cuándo se dio cuenta de que era sociólogo, responde que probablemente en 2015.

“Reflexionando, eso es lo que quería hacer”.

Ocho años después, está a punto de convertirse en catedrático de Sociología de la Educación en Cambridge.

Actualmente hay cinco docentes negros que son catedráticos en la universidad.

Las cifras oficiales de la Agencia de Estadísticas de Educación Superior muestran cómo, en 2021, sólo 155 de los más de 23.000 profesores universitarios del Reino Unido eran de origen afro.

Arday, que asumirá sus nuevas funciones el 6 de marzo, está especialmente interesado en mejorar la representación de las minorías étnicas en la enseñanza superior.

“Mi trabajo se centra principalmente en cómo podemos abrir las puertas a más personas de entornos desfavorecidos y democratizar verdaderamente la educación superior”, afirma.

Carrera en la enseñanza universitaria

En 2018, Arday publicó su primer artículo y obtuvo una plaza de profesor titular en la Universidad de Roehampton antes de pasar a la Universidad de Durham, donde fue profesor asociado de Sociología.

En 2021, se convirtió en catedrático de Sociología de la Educación en la Facultad de Educación de la Universidad de Glasgow, lo que lo convirtió, en ese momento, en uno de los catedráticos más jóvenes del Reino Unido.

“Espero que estar en un lugar como Cambridge me proporcione la influencia necesaria para liderar esa agenda a nivel nacional y mundial”, indica. “Hablar de ello es una cosa, hacerlo es lo que importa”.

En su trabajo actual sobre neurodivergencia y estudiantes negros colabora con la doctora Chantelle Lewis, de la Universidad de Oxford.

“Cambridge ya está realizando cambios significativos y ha conseguido algunos logros notables en su intento de diversificar el panorama”, afirma Arday. “Pero aún queda mucho por hacer, aquí y en todo el sector”.

“La universidad cuenta con personas y recursos increíbles. El reto es cómo utilizar ese capital para mejorar las cosas para todos y no sólo para unos pocos”.

“Hacerlo bien es un arte. Requiere verdadera diplomacia y que todos se sientan inspirados para trabajar juntos”, explica. “Si queremos que la educación sea más integradora, las mejores herramientas que tenemos son la solidaridad, la comprensión y el amor”.