Por: Sheila Brito
La toma de posesión del presidente Luis Abinader para el periodo constitucional 2024-2028 marcó un momento significativo en la política dominicana, lleno de promesas de progreso y desarrollo. Sin embargo, al observar de cerca su primer mandato y mirando hacia el futuro, surge una inquietante reflexión: ¿realmente las políticas públicas en materia de juventud han sido una prioridad en su agenda?
Durante su primer discurso como presidente, Abinader enfatizó la importancia de la educación, el trabajo y la seguridad, conceptos fundamentales que, sin duda, impactan directamente a la juventud. No obstante, al analizar las acciones concretas implementadas durante su administración, se puede percibir una falta de enfoque específico hacia las necesidades y desafíos que enfrenta este grupo demográfico.
Las cifras son alarmantes. En un país donde un gran porcentaje de la población es joven, se estima que el desempleo juvenil supera el 25%. Las oportunidades de empleo genuinas han sido insuficientes, y las iniciativas orientadas a la capacitación y la inserción laboral han sido limitadas y, en muchos casos, inadecuadas. Si bien es cierto que la pandemia de COVID-19 ha complicado la situación económica, es esencial preguntarse si se han realizado esfuerzos suficientes para mitigar el impacto en la juventud dominicana.
El presidente Abinader ha lanzado iniciativas importantes, como programas de emprendimiento y la promoción de la educación técnica. Sin embargo, estas propuestas a menudo quedan en el discurso sin el respaldo normativo y financiero correspondiente que garantice su sostenibilidad y efectividad. Las políticas de juventud no pueden ser tratadas como una acción aislada; requieren un enfoque integral que contemple la salud, la educación, el empleo y la participación activa en la sociedad.
A medida que nos adentramos en su segundo mandato, el presidente tiene la oportunidad de rectificar esta tendencia. Es fundamental que las políticas públicas se traduzcan en acciones concretas que atiendan las inquietudes de los jóvenes: la creación de más espacios de diálogo, el fortalecimiento de la educación técnica, la implementación de programas de inserción laboral reales y la promoción de la participación política de la juventud son solo algunas de las muchas áreas que requieren atención.
La juventud dominicana no puede ser vista como un mero espectador en el desarrollo del país. Son agentes de cambio, poseedores de un potencial invaluable que, si se canaliza adecuadamente, puede llevar a la República Dominicana a nuevas alturas. La pregunta que queda es: ¿está el presidente Luis Abinader dispuesto a priorizar las políticas públicas de juventud en su segundo mandato, o seguirá siendo un tema relegado en su agenda?
Si el liderazgo de Abinader desea dejar un legado duradero, deberá escuchar y atender las voces de los jóvenes. La construcción de un futuro próspero para la nación depende, en gran medida, de cómo se les incluya y se les empodere en el presente. La juventud no debe ser olvidada; al contrario, debe estar en el centro de cualquier proyecto de desarrollo nacional.